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“No Soy tu Papi” – Lo que Carlos Castaneda me dijo

Era un domingo por la mañana en el invierno de 1996. El sol brillaba a través de los altos ventanales del auditorio trayendo calidez al ambiente. Resaltaban las paredes blancas y la alfombra verde como si hubieran sido renovadas durante el fin de semana. A mi alrededor, los participantes del seminario sonreían, con ojos resplandecientes y hombros relajados, y sentía que tenía más aire disponible para respirar.

Volé de Los Ángeles a Oakland con Carlos Castaneda y sus alumnas para guiar un taller sobre la Vitalidad y la Redistribución de Energía. El taller, en el colegio “Holy Names,” comenzó el viernes por la noche con una conferencia de dos horas. En ella Castaneda compartió historias de su aprendizaje con don Juan Matus, líder de un linaje de chamanes del México antiguo. Enfatizó la práctica de los movimientos no solo para aumentar la fuerza y la resistencia y mejorar el estado de alerta y la sensación general de bienestar, sino también para despertar un sentido de propósito en la vida. Presentó el camino del guerrero como una colección de creencias y comportamientos para ayudar a las personas a alcanzar estados de autoridad interior y libertad.

“Es tu derecho de nacimiento”, dijo desde el escenario, mirando directamente a los ojos de los participantes en la primera fila. Caminaba elegantemente con su traje marrón oscuro y sus zapatos negros. Se refería a construir la autoridad interna para ejercer la libertad de elección. Discernir lo que es bueno para nuestra vida y elegir lo que vale la pena, caminos con corazón.

Carlos Castaneda dirigía una empresa para promocionar su obra: Me contrataron para capacitarme apenas unos meses antes. Seguí un riguroso entrenamiento físico que incluía un cambio completo de dieta (sin azúcar, ni siquiera una manzana, sin sal, sin harinas, no caffeína o estimulantes y solo comidas caseras), larga horas de prácticas diarias de movimiento, y un completo cambio de actitud ante la vida. Trabajaba durante el día y, en las noches, asistía la escuela pública para aprender inglés.

No estaba en mis planes unirme a su empresa ni mudarme a los Estados Unidos. Vine de Argentina para asistir a uno de sus talleres, en mis vacaciones de trabajo de dos semanas. Viajé con amigos y nunca pensé en quedarme. No tenía el dinero, el talento o la valentía de verlo como una posibilidad. Tenía pensamientos negativos hacia mí misma: crecí escuchando “Cállate la boca, vos sos mujer y no sabes nada.” Uno de mis hermanos me lo repetía a diario y su voz resonaba en mi cabeza a través de los años. Había internalizado esa voz como propia sin cuestionarla.

Hasta que en mi primer taller en Los Ángeles, en la cafetería de la escuela en Culver City, experimenté algo distinto: como si el ruido que esa voz producía de repente se acalló. Como cuando desconectas la refrigeradora y te das cuenta del ruido que hace, y en su lugar sentís un silencio abrazante. Mi barriga esta relajada y por primera vez dí mi peso al suelo, como si finalmente hubiera aterrizado en la tierra. Las fuerzas de la gravedad me reconocían y apoyaban, sentía alegría hasta en los huesos. A pesar de no saber inglés y escuchar la traducción de lo que se decía en el escenario, sentía que entendía más allá de las palabras.

Todo a mi alrededor parecía darme la bienvenida: en la entrada los organizadores me saludaban como si me conocieran, las tres mujeres en los escenarios me sonreían cuando yo pasaba caminando, una persona me regaló su colchoneta para sentarme y me abrazaba al grupo de latinos con los cuales conversaba en los breaks. Era estar en sincronía con la vida: los pases energéticos practicados en unísono creaban el sentimiento de camaradería, como cuando iba a los recitales de rock y todos cantábamos la misma canción porque sabíamos la letra desde el corazón. Ese sentido de unidad y de que todo es posible que me hizo sentir libre y de que yo si pertenecía.

El movimiento me había traído de nuevo a la vida. Fue el deporte lo que me devolvió la vida cuando enfermé de fiebre reumática a los 8 años. Piel y huesos, paralizada en la cama y maltratada por familiares, fue unirme a una clase de natación y sentirme sostenida por el agua cálida lo que me hizo sentir el querer estar viva. Me dolían los músculos porque mi pecho se estaba expandiendo, pero mis ojos podían mirar alto al caminar. Al jugar en un equipo de vóley, experimenté el trabajar con otros por un mismo objetivo, el pertenecer, lo que no sentía en mi hogar. El experimentar ese sentido de conexión con otros que tanto ansiaba ayudó a que tome la decisión de quedarme en Los Angeles. Dije que sí a la oferta de trabajo de Castaneda: podía estudiar, trabajar en equipo con otras mujeres, y servir un propósito más grande. No me quedé porque quería estar cerca de Castaneda. Me quedé porque era mi chance de reclamar mi conexión con la vida.

Oakland fue mi segundo taller como instructora: había tres escenarios en la sala grande con alrededor de 300 participantes, divididos en tres grupos alrededor de cada escenario. El domingo por la mañana, yo estaba parada en el escenario al lado de la puerta principal, siguiendo una secuencia de movimientos para despertar el cuerpo y estar alerta.

Estar en el escenario y ser parte de este grupo de mujeres guerreras desafiaba todas las creencias preconcebidas de mi familia. Yo estaba rompiendo con el patrón de mi linaje donde las mujeres eran destinadas a ser secretarias y servir en la casa a sus maridos. El estrés creado por querer hacer todo sin equivocarme y el duelo de lo que se quebraba en mi internamente, me hacia poner extra esfuerzo en los movimientos y me jalaba a un límite. Estaba enfrentando a mis enemigos: En la sesión del sábado temprano, un español con acento fuerte y vos grave, agarrándome del brazo con fuerza y con bronca me preguntó: “¿Por qué vos estás ahora en el escenario, si eras una participante hace unos meses atrás?”. Me hizo acordar a mi hermano. Una parte de mí quería desaparecer en la muchedumbre y ser una participante. Después de todo, no me veía tan bien: había subido de peso con la nueva dieta y me sentía hinchada. Me decía a mí misma que no servía, que no iba a poder, y con la misma fuerza, otra voz estaba creciendo y expresando “déjame ser libre.” Luchaba contra el dragón de la negatividad venciendo el achicamiento, con cada respiración y movimiento.

Castaneda decidió cambiar la última sesión del seminario de preguntas y respuestas por otra sesión de movimientos y se subió en el escenario donde yo estaba parada para explicar los detalles. En jeans, con una camisa de color crema y unas zapatillas New Balance de color blancas, se movía con ligereza y flexibilidad como si las tensiones no llegaran a tocar su cuerpo. Tenía su mano izquierda en el bolsillo, y con la derecha mostraba los movimientos. Lo puedo ver tan claro hoy como si el tiempo no hubiera pasado.

De repente, la gran masa de participantes, corrieron hacia el final de la sala donde estábamos. Castaneda hizo una señal a todos para que regresaran y aseguró que saltaría en los otros dos escenarios, pero nadie escuchó. Entonces pasó al segundo escenario y explico los mismos detalles: mantener los pulgares cerca de los dedos índices con la palma de la mano plana, y mientras haces círculos, mantener los ojos al nivel del horizonte. La gran masa lo siguió, dejando el previo escenario vacío. Con una sonrisa tensa, aclaró a todos que no tenían que seguirlo: la magia la encontrarían en lo que descubren cuando practican los movimientos. Incluso desafió a los participantes:

“Aquellos de ustedes que ya escucharon lo que dije, quédense aquí y practiquen los movimientos: voy a saltar al tercer escenario, no es necesario que me sigan.” Pero la mayoría de las personas lo siguieron, como encegadas, con una euforia casi histérica.

En el tercer escenario, su sonrisa se opacó y su voz sonó metálica:

“Por favor, no quiero seguidores, yo no soy su papito…”, repetía varias veces, como buscando una salida a los sentimientos apunto de eruptar desde su vientre. No recuerdo sus palabras exactas pero dijo algo como esto:

“Vayan a sus casas y recapitulen lo que han aprendido. Reúnase con otros y practiquen. Así es como pueden acercarse a mí, practicando y reuniendo energía para cambiar sus vidas”.

Esa misma tarde volamos de vuelta a los Ángeles. Castaneda iba sentado en frente mío, en clase turista, y en completo silencio. Al siguiente día me llamó cancelando nuestra práctica diaria: Explicó que se había enfermado y necesitaba descansar. La imagen siniestra de los participantes siguiéndolo de escenario a escenario lo perseguía. Dijo que no habían entendido lo que estaba tratando de hacer. Odiaba la atención personal, ser puesto en un pedestal y tratado como una celebridad. Desde que escribió las Enseñanzas de don Juan, había pasado mucho tiempo en el anonimato. Al final de la llamada telefónica, cambió de opinión: “Ven, trabajemos en el jardín y podemos los árboles, eso puede ayudar a despejar la sombra.” Castaneda no volvió a viajar y este seminario fue una de sus últimas apariciones públicas.

Recapitulando ese domingo a la tarde en Oakland, la que soy hoy después de casi 30 años de subirme a escenarios y de dar prioridad al mensaje de lo que se expresa, de saber que el mensajero no es esencial, hoy que puedo hablar inglés y que puedo reconocer mi verdadera voz, hoy les diría a los participantes: “Cierren sus ojos, llamen a su autoridad interna, no pierdan su integridad, sigan a la autoridad que reina en su corazón, y sigan su propia voz.”

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¡Experimentando la Libertad en México!

Estoy de pie con las maletas llenas, mirando el océano azul turquesa y deseando que este momento dure para siempre. Dentro de unas horas regresaré a Los Ángeles, pero no quiero regresar. Quiero estar suspendida en la intersubjetividad creada por nuestro grupo aquí en la sagrada tierra Maya, un lugar donde el tiempo se curva en los espacios entrelazados del mito y la historia.

Nuestro viaje a México no fue un tour; fue una aventura transformadora que está reclamando fuertemente su espacio en cada célula de mi cuerpo. Me enamoré de cada participante, cada héroe de este viaje de siete días, donde aprendimos a trascender las ilusiones de la certeza y a escuchar la sabiduría de los ancestros, a los pájaros en la selva, a lo mejor de nuestros corazones, anhelando la autenticidad.

Las lágrimas que derramamos en nuestras despedidas lavaron el último trozo de nubes en nuestros ojos. Hoy nos enfrentamos al cielo despejado, inhalando la energía del sol en el interior, sabiendo quiénes somos. Somos los mayas, somos los naguales, somos el sueño de la serpiente emplumada, viajando a través de experiencias, reconociéndonos y recordándonos a nosotros mismos.

Orión todavía brilla sobre mi cabeza, las pleiades justo detrás de mí.

En este viaje, abracé todo mi ser, aceptando mis deficiencias como acepté las curvas en los bordes de la pirámide del mago, riéndome de algunos pensamientos irracionales que proyectaban en mi cabeza todo lo malo lo que podría suceder y experimentando la vida tal como es: cruda, pura, corazón abierto, increíble.

Mis lágrimas al final fueron al darme cuenta de lo bien que salió todo, de lo bendecida que estaba de estar con seres vibrantes que brillan inocencia y sabiduría. Actualicé viejas interpretaciones acerca de la dureza y el sufrimiento en la vida. No se necesita ninguno de ellos para vivir en este nuevo tiempo, el 2020, un año para saltar surcos.

Gracias a todos ustedes, amigos y familia real, por estos momentos, que quedan sellados por siempre en mi corazón.

Aerin

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Perdone y establezca intenciones mientras da la bienvenida al año nuevo

“El Intento es lo que envía a los chamanes a través de una pared, al espacio, al infinito” ~ Carlos Castaneda

Querido amigo: Ha llegado un nuevo tiempo. Vivimos en una nueva era de interconexión, en todo el mundo, donde la información se comparte instantáneamente en todo el mundo, donde debemos unirnos para proteger nuestro planeta, donde necesitamos nuevos convenios colectivos de renovación energética y formas creativas de llevarnos bien. Nos sentimos afortunados de presenciar una nueva conciencia en un gran número de personas que trabajan por el mejoramiento de todos. Un nuevo despertar espiritual atraviesa a todos los seres, ya no en manos de unos pocos maestros privilegiados.

Este nuevo movimiento de atrevimiento es decir SÍ a la naturaleza, a las mujeres en el poder, a la integración de culturas, a la comunidad, a pasar del miedo y la dominación al Amor. Es decir NO a los egoístas en el poder que siguen intentando dividir a la gente. Es demasiado tarde para las viejas formas de extrema derecha e izquierda, para las estructuras piramidales del poder. Nuestro tiempo de hoy es el momento de la intención compartida e interdependiente.

Ahora somos conscientes de que no somos nuestros pensamientos o sentimientos. Ahora sabemos que podemos cuestionar nuestros pensamientos y cuestionar qué estamos consumiendo. Podemos tomar decisiones para una alimentación más saludable y un ser más saludable, algo que antes no estaba disponible para el mundo en general. Sabemos que nos sentimos mejor después de practicar movimientos, después de una clase de yoga, después de la jardinería. Tenemos en nuestras manos una nueva descripción de nosotros mismos y el poder de tomar decisiones que pueden cambiar nuestra percepción de nosotros mismos por completo.

Entonces, cabalga sobre tu poder, amigo mío, sobre tu belleza y tu visión. SÉ TÚ y deja de intentar ser otra persona. USTED es lo que el mundo necesita ahora: vulnerable, honesto y consciente.

Mientras le das la bienvenida a la nueva luz del Año Nuevo y sigues los pasos a continuación, baila a la gloria de tu viaje, con sus altibajos, y sabe sin ninguna duda que has sido amado, que eres amado ahora mismo. y que TU ERES AMOR.

Que tu luz irradie hacia tus amigos, tus familias, tu comunidad y al mundo entero.

Los apreciamos y estamos con ustedes,

Aerin, Axel y Miles Alexander-Reid

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Nuestro tiempo mágico en Kunsangar, nuestro taller de Being Energy

¡Qué momento tan poderoso!

Nuestros maestros de Being Energy®, Andrey Petrov, Anastasia Ganich, Valentina lantsinova y Sergei Minin, guiaron un taller poderoso e impresionante en Kunsangar, Moscú, del 29 de junio al 1 de julio. A continuación, comparten sus experiencias, fotografías y un video conmovedor. ¡Estamos muy orgullosos del impecable trabajo y la encantadora presencia de nuestros maestros!

DÍA 1

Estábamos listos. Dejamos atrás los atascos de tráfico en Moscú, el estrés de las preocupaciones diarias, y despejamos nuestras mentes y abrimos nuestros corazones para recibir a todos los participantes. Cuando comenzamos el taller, reconocimos nuestro temor de que los participantes prefirieran tener a Miles y Aerin físicamente presentes y luego lo dejamos ir. Confiamos en nuestras intenciones y en el trabajo. Luego, Andrey comenzó la introducción al taller en un tono tranquilo y concentrado que trajo claridad y propósito a todos en la sala.

Luego comenzamos a guiar pases de energía con el poste. Al respirar y movernos al unísono, sentimos nuestro lugar en el espacio y ganamos nuestra integridad fundamentando nuestra relación con la Tierra y las cuatro direcciones. Comenzó a aparecer un color rosa en las mejillas de los participantes y todos se sentían más cómodos y acogedores. Los ejercicios de testificación en tríos que compartieron nuestras intenciones para el taller trajeron aún más claridad y sentido de orientación a todos. Algunos participantes expresaron:

Tenía nuevas creencias. Me liberé de las ideas que tenía antes del seminario. Me llegaron nuevas creencias de que de hecho una persona, cada persona, es ante todo un campo de energía: que cada uno de nosotros es un ser espiritual. Somos mucho más profundos de lo que pensamos, somos una especie de cosmos. Hay un cosmos en cada uno de nosotros.

DÍA 2

Nos despertamos con una brillante mañana llena de pájaros cantores y aire fresco. Nos reunimos y caminamos hacia la naturaleza, los árboles y el lago cercano. Practicamos Sun Breath y Forest Bath, una nueva práctica en la que nos alineamos con la Tierra. Caminamos desde la carpa donde practicamos, inmersos en el silencio; y, al cruzar el arroyo, también cruzamos el límite entre la primera y la segunda atención. Entrando en un bosquecillo de hermosos y jóvenes abedules, giramos hacia el este hacia el sol naciente. Esa mañana el sol era suave y suave, a pesar del calor del verano. Respiramos la energía del Sol, llenando nuestros cuerpos de luz y calor.

Después, cada uno de nosotros eligió un árbol y se conectó con él. ¡Qué hermosas criaturas! A veces parece que los árboles tienen una conexión más profunda con nosotros que los propios animales.

Los árboles nos llenaron de su silencio y la presencia del “aquí y ahora”. Y nosotros, alineados y tranquilos, les contamos nuestros secretos, algo que estaba escondido en el fondo. Una suave brisa, apareciendo repentinamente por un momento, se llevó todos nuestros miedos y ansiedades, ayudándonos a respirar y recapitular.

Durante la tarde, en la carpa, realizamos la Forma Quetzalcóatl, pasando por las tres etapas de desarrollo de la Serpiente Emplumada:

  1. Estamos dentro del huevo y rompemos el capullo de las restricciones
  2. Nosotros integramos la tierra y el cielo
  3. Abrimos nuestras alas y volamos

Este formulario nos ayudó en nuestras prácticas de recapitulación, donde recopilamos y reconocimos los dones de nuestros linajes familiares, tomando nota de las restricciones que se interponen en nuestro camino. Reunimos regalos brillantes y relucientes y los incluimos en nuestros proyectos actuales.

Comentarios de los participantes

Me di cuenta de que el principal legado que dejamos es nuestra luz. Mi madre siempre ayudaba a otras personas con consejos, con regalos. La gente lo recordaba. El principal legado es la luz que proviene de nosotros. Le damos esta luz a nuestros familiares. Este es nuestro legado. ¡Gracias a todos!

El segundo día terminó con una sesión con Aerin y Miles. Vimos las corrientes de lava en vivo en Hawái y, durante la meditación, nuestras emanaciones se alinearon con las emanaciones de la Tierra para recibir un impulso y realizar nuestras intenciones.

DÍA 3

Al tercer día, libres de restricciones, llenos del silencio de los árboles y la energía del sol, estábamos listos para emprender el vuelo – Quetzalcoatl abrió sus alas.

Comentarios de los participantes

Durante el taller, realizamos un ejercicio para penetrar el caparazón. Fue suave. La restricción se ha ido y todo se ha vuelto claro, emocionante. Incluso el miedo no es tan grande como para detenerte. Después de eso, todo tomó forma muy rápidamente y los problemas dejaron de parecer insolubles. Había una solución para la tarea e incluso encontré un patrocinador para el viaje.

Se vislumbraba el concepto de una gira mundial. La facilidad con la que comenzaron a desarrollarse los acontecimientos fue simplemente asombrosa y sorprendente.

Quiero decirlo: vamos de gira mundial. Este es el cumplimiento de mi sueño. El objetivo es escribir un libro que me ayude a hacer una recapitulación más profunda.

Estoy muy agradecido con Aerin y Miles, con todos los practicantes. Su apoyo está más allá de las palabras. Estoy feliz de que todo esté aquí. Nuestra energía es asombrosa. Somos holísticos y unidos, nacimos en esta Tierra y corremos hacia las estrellas, equipados con el legado de nuestros antepasados y listos para actuar. Es el momento de nuestro legado.

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Concurso de la comunidad: ¡Cómo te inspiraron los libros de Carlos Castaneda!


¡Querida Comunidad!

¡Lanzamos un divertido concurso para ganar la participación a nuestros talleres en vivo en la Ciudad de México, Inglaterra y Moscú! Este concurso te inspirará a reflexionar y recapitular la primera vez que leíste los libros de Carlos Castañeda. ¿Qué te atrajo? ¿Qué te inspiró? ¿Que edad tenías?

A continuación, encontrará ejemplos de historias de nuestros maestros sobre cómo se inspiraron con los libros.

Mi introducción al mundo de los chamanes del México antiguo

Por Tom Reavley

Mi nombre es Tom Reavley y vivo en la ciudad capital de Guanajuato, México, aunque crecí en los Estados Unidos. Mi historia trata sobre cómo me desvié de una carrera convencional como abogado y encontré mi verdadero camino con corazón.

Acababa de regresar a California después de terminar la escuela de derecho en la costa este y estaba emocionado de comenzar finalmente mi carrera profesional como abogado en una gran firma de San Francisco. Después de tres años de matrimonio, ahora también estaba cumpliendo mi promesa a mi esposa de ayudarla a regresar para terminar su licenciatura en la Universidad de Stanford, donde nos conocimos. Todo iba tan bien. Incluso vivir en un alojamiento para estudiantes casados fue un placer: el invierno de 1974 fue húmedo y las colinas de Stanford, visibles desde nuestra cama, eran de un verde brillante.

Por mucho que estuviera comprometido con el éxito como abogado, había algunas cosas que me molestaban en mi nueva vida. Siempre había odiado la idea de estar atrapado en el mundo de los negocios y una vida controlada por las expectativas sociales. Estaba particularmente preocupado por tener un viaje largo todos los días de Palo Alto a San Francisco. Tenía que subirme a un tren todos los días y pasar una hora viajando por un corredor urbano y luego caminar una milla más allá de los estacionamientos y edificios de la ciudad hasta el edificio de 54 pisos que albergaba mi bufete de abogados. Una parte de mí no estaba contenta con la perspectiva de pasar el resto de mi vida en una cinta de correr.

Un día, después del trabajo, mi esposa mencionó un libro que podría interesarme, parte de su lectura asignada en un curso titulado Psicología de la percepción. El libro era Las enseñanzas de Don Juan, y lo leí en mi viaje diario al trabajo y viceversa. Me maravillé del coraje del joven antropólogo al experimentar aterradoras experiencias inducidas por las drogas. El segundo libro de Castaneda, Una realidad separada, ya había sido publicado y lo leí con más avidez que el primero. Parecía estar lleno de una filosofía práctica que era diferente a cualquiera que había estudiado y que realmente me emocionaba.

Sin embargo, los relatos de las experiencias de Castaneda con plantas alucinógenas que llenaron los dos primeros libros me desanimaron. Aunque imaginé que podría arriesgarme a tomar tales plantas si estuvieran disponibles y si tuviera a alguien como don Juan para supervisar la experiencia, ni don Juan ni las plantas estaban disponibles para mí y, en cualquier caso, no podía arriesgar mi carrera. como abogado tomando una sustancia ilegal.

Then I read the third book, Journey to Ixtlanan experience from which I never recovered.  Up to that point in my life, I cannot remember ever having read a book more than once.  Over the next several years I probably read Journey to Ixtan cover to cover at least twenty times.  In the introduction Castaneda explains that he had finally realized that the real lessons were not the drug experiences but the behavioral recommendations that don Juan made—lessons on how to tighten-up one’s life and stop living as if immortal.

Estas lecciones eran tan asombrosamente simples y hermosas que no podía tener suficiente de leerlas. Quería experimentar esta magia por mí mismo. Por otro lado, en esta etapa de mi vida acababa de completar una intensa formación jurídica de tres años en Harvard, que me inculcó el valor de la lógica, la razón y el escepticismo. Nadie me iba a hacer el ridículo.

El desafío se convirtió en, ¿cómo pruebo estas afirmaciones que hace Castaneda, al menos a mí mismo? Necesitaba pruebas y tuve que acumularlas sin ningún contacto personal con don Juan o Carlos Castañeda. Un día, después de un período de práctica continua, de repente me di cuenta de que podía mantener la vista de todo dentro de mi campo de visión de ciento ochenta grados de una vez, sin enfocarme en ningún punto en particular. Para mí esto fue asombroso. Sutilmente forzó mi mente a un estado temporal de silencio.

Leí todos los demás libros a medida que se publicaban y cada uno me dio un impulso de energía y entusiasmo. Un domingo de febrero de 1995 estaba en un restaurante de mariscos con mi familia extendida. Desde el otro extremo de la mesa, mi hermano menor se levantó para mostrarme una página del catálogo de un centro de retiro espiritual en Nueva York que describía un seminario de fin de semana con Florinda Donner-Grau y Taisha Abelar, dos aprendices de don Juan y cercanos asociados de Carlos Castaneda.

Mi hermano sonrió y dijo que él y mi madre me habían nominado para asistir y ver este evento para ellos. Fue como una descarga eléctrica: ¡Castañeda patrocinaba un evento para el público en general, después de 25 años de elaborados esfuerzos para mantener el anonimato en su vida privada!

Intelectualmente, mantuve cierta distancia y duda; tal vez el seminario revelaría que estas personas eran un grupo de charlatanes que solo intentaban ganar algo de dinero con los lectores crédulos de los libros. A nivel emocional, me enganché de inmediato: iría al seminario contra viento y marea. ¿Cómo no iba a ir después de aferrarme a los libros como una balsa salvavidas durante 20 años?

No era exactamente como mi fantasía de Castaneda y don Juan llamando a mi puerta e invitándome a unirme a ellos. Nadie vino a decirme lo genial que era o cuánto me necesitaban. Por otro lado, no parecía una decisión trascendental. Solo iba a un seminario de fin de semana. Tenía tiempo y podía pagar el costo. Fue solo un experimento sin inconvenientes.

Sin embargo, una parte de mí ya sabía que el juego había terminado, que la ilusión de la predecible continuidad de mi vida estaba a punto de romperse. El proceso aparentemente lento y pausado de ser arrastrado a la “intención” de los chamanes del México antiguo se estaba acelerando. No pude resistir. Más importante aún, algo esencial en mí no quiso resistir. Dio la bienvenida a esta intención con los brazos abiertos. Regresaba a casa.

Cómo conocí la obra de Carlos Castaneda

Por Anastasiya Ganich

Mi nombre es Anastasiya Ganich y vivo en Moscú. Tenía 24 años cuando rompí con un novio, porque su familia no me aceptaba. Tuve que escuchar muchas palabras desagradables e injustas sobre mí. Me dolió y comencé a enfermar.

Mamá me contó esto y me pidió que le comprara estos libros. Pronto fui a la única tienda de literatura esotérica en Moscú, “The Path to Yourself”. Compré todos los libros de Carlos Castaneda disponibles en ruso, publicados por la editorial Sofía. Eran tres voluminosos libros naranjas; todavía se conservan en mi biblioteca. Mi mamá leyó un poco y los dejó parados en el estante cerca del televisor.

En una de las reuniones con la curandera, le pregunté si sabía algo sobre Carlos Castañeda y sus libros. Ella respondió que lo había leído, pero que no le sentaba bien. Y decidí probarlo. Pronto cogí el primer libro “La Enseñanza de Don Juan”, y no solté mis manos hasta que lo leí todo. No fue fácil.

El texto era rico y complejo, la fuente era pequeña, tuve que forzar la vista, los volúmenes son pesados. Pero los llevé conmigo y seguí leyendo en todas partes, en cada oportunidad. No me avergonzaba en absoluto no entender los conceptos que se presentaban en los libros. Algo en el texto, en su ritmo, me llamó la atención y no quise detenerme.

Pasó un tiempo y un día llegué tarde al trabajo y nerviosa, fui al metro y leí otro libro de Carlos Castaneda. No noté nada a mi alrededor y me sumergí completamente en el texto. Mi lectura fue interrumpida por un joven que se inclinó hacia mí y me dijo: “Chica, ¿no sabes que los acechadores no leen libros en el metro?”

Levanté la vista sorprendida y, sin recordar su rostro, respondí obstinadamente: “Estoy leyendo”, y seguí leyendo. Este día y este encuentro dejaron una profunda huella en mi vida. Desde entonces, los libros de Castaneda han dejado de ser una lectura apasionante para mí, han adquirido una profundidad emocional para mí y durante años se han convertido en la clave del afecto y el amor profundo. Lo que sucedió entonces fue sin duda una maniobra del Espíritu, porque solo a través de fuertes emociones y sentimientos fue posible atraparme.

Seis meses después, en 2004, asistí a mi primer taller de Tensegridad en Moscú, y las enseñanzas de Don Juan se convirtieron gradualmente en un elemento de mi práctica espiritual.

La siguiente etapa de mi conocimiento de la sabiduría, que se plasmó en los libros de Carlos Castaneda, fue en 2011, cuando experimenté un fuerte shock emocional y físico. Mi mundo se derrumbó y, con él, yo también. Ese año, Aerin, Miles y su hijo Axel llegaron a Moscú. Visité el primer taller de Being Energy en Rusia. La participación en este seminario me salvó, y no son solo palabras.

Luego siguieron los módulos del programa de formación y una inmersión profunda en la práctica del Ser energía. Para mí, la siguiente capa estuvo disponible. Suave y elegantemente, el conocimiento de los videntes del México Antiguo fue introducido y tejido en mi vida diaria. Es un camino largo y hermoso lleno de descubrimientos inesperados.

Y ahora, después de 7 años, en 2018, vuelvo a estar en la puerta. Los conocimientos y prácticas que Carlos Castaneda ha descubierto para nosotros están pasando a formar parte de mi actividad profesional. En el verano seré co-líder del taller BE en Moscú. Es increíble, hasta donde el Camino con Corazón puede llevarnos.

En 2003, ¿podría pensar en algo como esto? Valientemente entraré por esta puerta y aprovecharé esta oportunidad. Siento en mí una fuerza vibrante y no permitiré que las dudas y los miedos interfieran conmigo. Creo en mí misma, “ya me di al poder que mi destino rige”. Siento una profunda gratitud por el regalo que nos hizo Carlos Castaneda, invitando a través de sus libros al maravilloso mundo de la vida real.

Cómo me conecté con los libros del Nagual

Por Erika Gavin

Mi nombre es Erika Gavin, soy italiana y vivo en México desde hace 22 años. Mi historia es sobre el momento en que descubrí los libros de Carlos Castaneda y habla de cómo me movieron y apoyaron para el comienzo de un gran cambio en mi vida.

Estaba matriculada en el primer año de la facultad de psicología de Padua, después de dejar un instituto que me había orientado hacia la arquitectura y no podía sentirme en mi lugar ni allí ni en ningún otro lugar. No estaba segura de que la universidad en ese momento fuera mi camino, sentí que las clases frías y el conocimiento que había alcanzado no llegaba a mi corazón. Vivía con mis padres, tenía 18 años y había mucha tensión en la casa. Mi padre no estaba de acuerdo con el hecho de que yo estudiara psicología y mi madre me dio algo de dinero entre bastidores para mantenerme. Trabajaba cuando podía, como mesera o lavando autos, hasta que abrí una imprenta en sociedad con algunos amigos, pero eso no funcionó. Me sentí en un momento de transición donde nada estaba claro y todo había perdido significado, color e impulso. Le pedí al espíritu, con quien siempre me comuniqué a mi manera desde que era niño, un ejemplo de algo que podía seguir y me hizo sentir nuevamente emocionada de estar vivo y conectada conmigo misma, algo que me ayudara a encontrar mi lugar.

Un día vino a verme un amigo para traerme el libro de “Las enseñanzas de Don Juan” de Carlos Castaneda. Él dijo: “Te lo traje porque sé que es solo para ti, no me convenció mucho, pero estoy seguro de que lo entenderás”. Desde pequeña siempre había sido muy inquieta, y me interesaba hablar con frecuencia sobre la muerte, la vida y la existencia, cuestionándome todo. También me atraía mucho la mística y el misterio y la magia escondidos detrás de la fachada de las cosas ordinarias.

El libro me atrapó desde el principio, me hizo sentir algo nuevo, era como si estuviera vibrando y tuviera una energía diferente a la que yo conocía. Acababa de leer varios libros sobre el holocausto y sentí mi espíritu envuelto en una nube negra. Al leer Castaneda, experimenté la sensación del sol del desierto revitalizándome y me di cuenta de que era posible experimentar el mundo de una manera más emocionante de lo que sabía. Inmediatamente sentí que había algo allí que era la respuesta a lo que había pedido. Cuando terminé el libro busqué a los demás y los leí uno a uno lo más rápido que pude. El viaje a Ixtlán me llenó de asombro y resonó profundamente dentro de mí. Me hizo sentir que era posible llegar a casa, a este lugar interior que tanto anhelaba; Mi mente no lo entendió por completo, pero mi cuerpo lo supo en un instante. Mientras describía la vida, la muerte y los poderes que gobiernan este mundo me hizo saltar el corazón, quería sentirme parte de todo eso y poder entregarme a esos poderes. Sentí que el espíritu me mostraba un camino hacia donde siempre había anhelado ir. Muchos conceptos y descripciones que leí me calmaron y me hicieron experimentar una profunda felicidad.

Los libros me dieron un gran impulso y despertaron mi curiosidad. Quería saber y saber más y explorar ese mundo de alguna manera. Seguí mi instinto y mis ganas de viajar, dejé la facultad de psicología y me preparé para ir a México. Mi primer viaje duró unos meses, pero México y su gente me amaron y me asombraron, así que regresé con la idea de instalarme allí por un tiempo. Todavía estoy en México hoy y estoy muy agradecida por todo lo que he vivido y aprendido y por encontrarme transitando un camino con corazón.

Cómo me familiaricé con los libros de Carlos Castaneda

Por Andrey Petrov

¡Hola! Mi nombre es Andrey Petrov, vivo en Moscú, Rusia.

En esta pequeña historia quiero compartir con ustedes cómo me familiaricé con los libros de Carlos Castaneda.

De niño, siempre busqué algo más que fuera más allá del mundo que me rodeaba.

Al principio, viví literalmente de los cuentos de hadas rusos y sus personajes mágicos y omnipotentes. Al volverme un poco mayor, me enamoré del estilo de la fantasía con sus amables y malvados magos, transformaciones mágicas y artefactos místicos.

Luego vinieron los libros sobre budismo, yoga e incluso religión. A pesar de que muchas de las lecturas fueron cercanas a mí, el panorama general del “camino” todavía no cuadraba. Quizás no estaba listo para percibir este conocimiento, y quizás la abundancia de terminología inusual y paranormal que está presente en estos libros pueda haber afectado. Durante un tiempo también practiqué artes marciales, pero los elementos de agresión que entraban en ellas no me convenían.

Y finalmente, en el tercer año de la universidad, dos amigos cercanos me hicieron un regalo de cumpleaños. Fue el primer libro de Carlos Castaneda “Enseñanzas de Don Juan”. Este momento coincidió con el período en el que necesitaba tomar la sesión de verano, que olvidé instantáneamente. Durante varios días no salí de casa, leyendo el libro desde temprano en la mañana hasta altas horas de la noche, hasta que lo dominé por completo.

Desde las primeras páginas me quedó claro que las historias descritas en el libro tienen un significado muy profundo para mí. Tenía la sensación de que por fin había encontrado mi fuente: todo tenía un sentido perfecto y encajaba.

Estaba feliz y emocionado con el conocimiento que se abrió en el libro de Castaneda. Sin embargo, en ese momento, no me di cuenta de que este era solo el primer paso y quizás el más fácil en un viaje largo, y a veces peligroso, hacia el conocimiento y el poder.

Siguiendo la “Enseñanza de Don Juan”, leí todos los demás libros de Castañeda y sus asociados, reuniendo una “colección” completa, editada por la editorial “Sofía”. En ese momento, a finales de los años 90 del siglo pasado, los libros literalmente tenían que ser cazados, para buscar ferias y también para esperar nuevos libros que aún no se habían publicado.

Hoy en día, no leo libros con tanta frecuencia como antes. Sobre todo me dirijo a ellos en esos momentos en los que quiero encontrar respuestas a preguntas atípicas o resolver situaciones extraordinarias. Hice una observación interesante de que al abrir el primer libro atraído en un lugar arbitrario, tiendo a encontrar lo que estoy buscando, después de leer un par de páginas y, a menudo, un solo párrafo.

Además, en comparación con las primeras lecturas, comencé a notar lo intensos que son los contenidos y el significado de todo el texto escrito por Castaneda. Para un lector abierto con cierto nivel de energía, literalmente un par de frases son suficientes para un cambio sin vida en toda la vida.

Para concluir mi historia, quiero expresar mi amor y profunda gratitud a Carlos Castaneda por sus libros, un regalo invaluable que nos dejó a todos, así como a los traductores y editores que trabajaron en las primeras ediciones en ruso. Como una de las prioridades de mi vida, elegí transferir aún más este conocimiento a las personas interesadas para no dejar que se pierdan en el mar de información digital interminable y de fácil acceso.

Mi relación con el nagual Carlos Castaneda a través de sus libros

Por Sergey Minin

Mi nombre es Sergei Minin. Soy de Rusia y vivo en Kirov. Quiero compartir con ustedes mi historia sobre mi relación con el ‘nagual’ Carlos Castaneda a través de sus libros.

Era estudiante cuando recibí por primera vez el libro de Castaneda. En ese momento tenía muchos amigos y nos veíamos a menudo, escuchábamos música y hablábamos mucho. En el texto de una de las canciones escuché la frase “Castaneda no escribió sobre eso” y como siempre tuve curiosidad, comencé a averiguar quién era este Castaneda. Uno de mis amigos me dio los libros de Castaneda. Cuando leí sus primeros 4 libros, mucho quedó incomprensible y lo abandoné. Fue el primer toque que recibí del Espíritu.

El segundo caso también estaba relacionado con mi amigo, su nombre era Ed. Era muy diferente de todos mis otros amigos: su energía, su actitud ante la vida. Transmitió puntos de vista extremadamente inusuales sobre la vida, que no estaban en mi familia ni en mi entorno. Me regaló un casete VHS con el primer video de 12 movimientos básicos. Las mujeres del video me dejaron una impresión de misticismo, algo definitivo e inevitable. Se salió completamente del contexto de mi cultura y mi tradición. Después de mirar una vez, puse el casete en la caja.

El tercer incidente ocurrió en algún lugar después de seis meses o un año. Después de un viaje de vacaciones a un caluroso país turístico, activé el virus de la hepatitis B latente. Saber esto por primera vez en mi vida me acercó mucho a la idea de la muerte. Por primera vez, sentí realmente muy profundamente por dentro, no a nivel de la mente, que la muerte puede estar muy cerca. El pensamiento me tranquilizó.

El tratamiento fue duro y duró más de un año. Dejé de consumir alcohol y cigarrillos y poco a poco mi círculo de comunicación comenzó a decaer. Empecé a pasar más tiempo solo. Entonces, sin querer, le di una serie completa de libros de Castaneda, y de inmediato los leí todos. Fue un efecto ensordecedor, ¡GUAU! Un mundo completamente nuevo e incomprensible y muy atractivo para mí es el mundo de los chamanes y la magia.

Cambió mucho mi imagen del mundo. Durante la lectura, surgió la pregunta que me atormentaba constantemente: ¿cómo puedo llegar a las mismas condiciones y adentrarme en ese mundo? ¿Qué se necesita hacer para esto? No había instrucciones para esto en el libro. Justo en ese momento mi amigo Ed me invitó a participar en una empresa, fracasó estrepitosamente y le debía mucho dinero al banco.

Unos meses más tarde entendí muy claramente que necesito confiar solo en mí mismo. Era un sentido obvio y fuerte de confianza, desapego, sin piedad, un nuevo sentimiento para mí. Me llegó el conocimiento, sin lugar a dudas desde dentro, de que necesito cambiar, cambiar la ciudad, el lugar de trabajo, yo mismo. Pero, de nuevo, no sabía cómo podría abordar esto, por dónde empezar, ¿dónde están las instrucciones? Un día en un día soleado de verano, me metí en el armario y encontré un video con pases mágicos. Encendí el video y comencé a aprender los movimientos. Unos meses después realicé varias series de movimientos. Entonces todavía no sentí ningún efecto directo de los movimientos, simplemente hice todo.

Los acontecimientos de mi vida comenzaron a desarrollarse. Me mudé a otra ciudad, conseguí un nuevo trabajo, devolví rápidamente las deudas. Y dos años después llegué a mi primer seminario sobre tensegridad en San Petersburgo. Ésta es otra historia.

Como Llegué a Ixtlán

Por Adriana Vazquez Sansores

Mi nombre es Ariadna Vasquez Sansores. Soy de Campeche, México, pero llevo muchos años viviendo en la Ciudad de México y eso me hace sentir parte de ella también. Me gustaría compartir la historia de cómo llegué a “Viaje – Ixtlán”. Una historia de aventuras y desventuras que fueron llevando mi espíritu por senderos inagotables, hasta que encontré este y otros fantásticos libros de Carlos Castaneda. Esta es mi historia:

Pasamos unos días de descanso con toda mi familia en los EE. UU. Una mañana, fuimos a un centro comercial. Mi mamá fue con mi abuela a buscar algunas cosas, y mis tías se hicieron cargo de mis primos y de mí. En unos minutos que me distrajeron o quizás segundos, una persona que tal vez había estado observando la escena y vio que yo estaba ahí afuera viendo varias cosas, se me acercaron. Primero pensé que era un vendedor de la tienda, ya que me enseñó todos los juegos que no podía ver por mi altura en muy poco tiempo me sentí en confianza. Mis tías, que son increíbles y quizás con tantos hijos, no percibieron el acecho de esa persona. No lo vieron en ningún momento, o tal vez todos pensaron que era vendedor de esa tienda.

 

Después de tener mi confianza, tomó mi mano y en un solo parpadeo, caminé con él. Luego, bajamos varios pisos por las escaleras mecánicas. Al pasar por cada piso, recuerdo buscar a mi madre, esperando verla a ella ya mi abuela.

Mi corazón latía mil veces por segundo. Sentí como si fuera a estallar en mi pecho. También recuerdo el sonido que hacían esas escaleras mecánicas, crujiendo, su olor a madera vieja y algún barniz fresco. Cada detalle del lugar ha quedado grabado en mi memoria, esos recuerdos están almacenados en todas las células de mi cuerpo. Puedo sentirlo y escucharlo en mi corazón.

Con solo cerrar los ojos y pensar en la escena, todo se desarrolla con detalles precisos. Con él caminé durante horas por la calle, en un momento me hice cargo y lo abracé. Nunca le grité, había confiado en él.

Me sentí destrozada y con mucho miedo lloré, pero mis lágrimas salieron con el más oscuro silencio. Trató de secarme las lágrimas, mientras hablaba para calmarme, su voz… la recuerdo hasta muy hermosa, muy tranquila…

Pero, ¿por qué quería llevarme? , ¿A dónde me llevaría? En un momento, después de llorar de mucho pesar por ser escuchado, me dije: “Ari, esta será tu nueva vida”.

Me resigné a vivir con otra persona, no opuse resistencia… no supe decir: ¡NO! Estaba demasiado avergonzada para gritar.

Y fui a su lado, llorando en silencio y abrazándolo con fuerza de nuevo.

Algo pasó por su cabeza, que no puedo descifrar. Pero me devolvió al lugar correcto. Después de horas de caminar de regreso, terminamos de regreso en el mismo lugar donde comenzamos. Rápidamente, la policía me encontró y volví con mi familia.

Debido a esta experiencia, crecí llena de miedos, miedo a perder a mis seres queridos, miedo a perderme de mis seres queridos. Me volví insegura y solitaria, siempre con pensamientos existencialistas. Siempre pensando en cómo sería si mis padres murieran o murieran, o si simplemente desaparecieran y nunca los volvieran a ver. Crecí pensando en el significado de estar aquí en la tierra.

Durante mi infancia, tuve 2 maestros increíbles. Uno de ellos nos enseñó que las tareas de la casa y el aula, limpiar nuestro escritorio, limpiar las ventanas, barrer la habitación o el aula, barrer y limpiar mi propia habitación, lavar los platos y todas esas tareas, se podían hacer con elegancia, con diversión. , con música. Toda actividad podría realizarse con magia, si tan solo pusiéramos el deseo y la atención necesarios para que así sea.

La otra maestra nos llevó al campo, nos hizo admirar la naturaleza, dormir sobre las hojas secas y sentir la diferencia de dormir sobre las hojas frescas, observar las estrellas y ver de cerca los insectos y cada hoja bonita que se cruzaba en nuestro camino. Nos leyó fragmentos de “Viaje a Ixtlán” que aún recuerdo con el corazón vibrando.

Tenía unos 17 años cuando mi prima y mejor amiga del alma me leyó varios fragmentos de los libros de Castaneda, me leyó partes del “Don del Águila”, fragmentos de “Una realidad aparte”, “Viaje a Ixtlán ”. Y allí encontré las declaraciones y frases que se habían conservado en mi memoria profunda, de días de primaria y de mi maestra que me inspiraron a amar la naturaleza. Allí conecté con ese sentimiento de buscar la libertad, de liberar mi mente y mi espíritu del dolor contenido por la pérdida del ser de mis entrañas, y por los miedos con los que caía día y noche.

Cuando Pelu me prestó. “Viaje a Ixtlán”, y lo leí, comencé a recordar los capítulos leídos en la infancia, encontré la magia y el misterio que necesitaba para comenzar a entender, encontré los códigos para una comunicación profunda con mi psique. Nos sentamos mirando el cielo con un nuevo amor, con una nueva vista, las tormentas en el mar, teníamos lenguajes ocultos que fuimos capaces de descifrar, las estrellas brillaban con una matemática especial nunca antes comprendida, la tierra era un sueño posible. Me senté a observar mis miedos. Y encontré la vida, como el más fabuloso de los misterios.

Los libros llenaban mi espíritu de anécdotas fabulosas, quería soñar y vivir. Ahora, han pasado muchos años desde esos eventos, y veo con más claridad, los otros bordes de esta historia y de mi propio cosmos.

Ya no odiaba al hombre que me secuestró y me devolvió. Creo que tal vez creamos una conexión de amor y aceptación por el otro. Quizás descubrió allí, que aunque trató de separarme de ellos, realmente no pudo robarme mi amor por ellos, ni cortar la conexión que mi alma tiene con cada miembro de mi amada familia. Tal vez se conectó telepáticamente a mi lenguaje abstracto, tal vez vio mi corazón que le hablaba con cariño, y luego… me dio vida de nuevo.

Me mantengo en contacto con esos sentimientos, los exploro, los revivo, los abrazo y respiro para luego liberarlos al cosmos y aprender.

Me mantengo en contacto con esos sentimientos, los exploro, los revivo, los abrazo y respiro para luego liberarlos al cosmos y aprender. Me levanto feliz y muy agradecida.

Vivir dentro de este misterio, con todas sus aristas, turbulencias, texturas y tonalidades, es un honor y un placer.

Gracias. Con amor, Ari

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El capullo mágico: cómo recuperé la relación con mi hija

Una noche me subí a un taxi en la Ciudad de México con mi hija y una amiga. Llevábamos a mi hija a ver a un famoso curandero de la ciudad. Afuera llovía suave y las luces de la ciudad se reflejaban en las calles mojadas. El tráfico estaba tranquilo para la Ciudad de México y nos dirigimos hacia el barrio de Coyoacán. Estaba emocionado y, al mismo tiempo, nervioso; esto de ir a ver a un sanador, especialmente con mi hija, era un territorio desconocido para mí. Ella confiaba en mí, pero yo realmente no entendía nada sobre lo que estábamos haciendo. Lo único que me sostuvo fue una sensación de magia a nuestro alrededor, la sensación de estar en un capullo protector mientras viajábamos a la cita. La historia comenzó tres meses antes. Toda mi familia pensó que mi madre estaba a punto de morir y todos viajamos a su ciudad en la costa oeste de Estados Unidos.

Era la primera vez que veía a mi hija en seis meses; acababa de graduarse de la universidad y trabajaba lejos de donde yo vivía en México. El vínculo emocional entre nosotros quedó dañado después del divorcio cinco años antes.

La historia comenzó tres meses antes. Toda mi familia pensó que mi madre estaba a punto de morir y todos viajamos a su ciudad en la costa oeste de Estados Unidos. Era la primera vez que veía a mi hija en seis meses; acababa de graduarse de la universidad y trabajaba lejos de donde yo vivía en México. El vínculo emocional entre nosotros quedó dañado después del divorcio cinco años antes.

Nos veíamos y hablábamos, pero había una barrera: no podíamos ser realmente honestos y estar presentes como antes. Sin embargo, cuando me enteré de sus problemas de salud y después de que mi madre se recuperó, decidí arriesgarme a sentirme tonta y le propuse que fuera conmigo a ver al curandero en México. Estaba casi seguro de que rechazaría la idea.

Probablemente nunca hubiera mencionado la idea si no hubieran ocurrido algunas cosas inusuales que me apuntaban en esta dirección. Un día estaba comiendo con un grupo de personas en San Luis Potosí. Una mujer de la Ciudad de México comenzó a hablar sobre la autobiografía de Alejandro Jodorowsky. Me fascinaron sus comentarios y decidí que me gustaría leer el libro si podía encontrar una copia.

Esa misma noche regresé a mi apartamento en Guanajuato y el joven que compartía el apartamento y que no sabía nada de mi conversación ese mismo día en San Luis, entró en mi dormitorio y, sin ningún preliminar, se ofreció a prestarme ese mismo libro por Jodorowsky. Ni siquiera lo había leído él mismo, pero pensó que podría interesarme. Me sorprendió la coincidencia y leí todo el libro en unos pocos días. Lo disfruté inmensamente, especialmente las historias sobre las experiencias de Jodorowsky con Doña Pachita, una curandera o curandera muy conocida en la Ciudad de México.

Años antes, había leído sobre este mismo sanador en los libros de Carlos Castaneda. Jodorowsky escribió que Pachita había muerto pero que su hijo continuó su práctica de curación en París. Una semana después, estaba hablando con una amiga cercana en Guanajuato sobre otra cosa y ella mencionó de la nada que había sido tratada por el hijo de Pachita, que no estaba en París sino en la Ciudad de México. Se ofreció a acompañar a mi hija a ver a “El Hermano” (como se conocía al ser que se comunicaba a través de la curandera). También nos ofreció hospedaje en la casa de su familia en la Ciudad de México.

Una semana después de proponerle una visita al curandero a mi hija, ella me llamó y estuvo de acuerdo. Lo más sorprendente fue que incluso su madre también la apoyó. Sentí que las cosas se estaban arreglando y fluían con tanta facilidad y naturalidad que la única forma de proceder era aceptarlo todo y dejar de lado mi hábito de intentar controlarlo todo.

Esa noche en el taxi, viajaba en un sueño: el mundo era nuevo, casi desconocido. Me asombró la tranquilidad y el coraje de mi hija y estaba muy agradecida con mi amiga por haber facilitado todo. Ella formó una conexión emocional con mi hija inmediatamente después de conocerla y le ofreció su apoyo maternal incondicional.

El sanador recomendó que mi hija se sometiera a una “operación” psíquica. Después tuvo que permanecer en cama durante cinco días, sin levantarse más que para ir al baño. Le recetó una dieta especial y algunas infusiones. Durante esos días cuidé a mi hija con toda mi atención y cariño como si fuera un bebé recién nacido. Hice los tés, fui al mercado local a comprar la comida y los ingredientes necesarios y le hice compañía en su habitación cuando no dormía.

Con el tiempo la condición física de mi hija mejoró, pero creo que lo que fue aún más importante fue lo que pasó entre nosotros. Por primera vez desde mi separación de su madre, volvimos a encontrar la confianza, la honestidad y el amor entre nosotros que se había perdido. Después de regresar a su casa, mi hija le escribió a Lilia, nuestra anfitriona en la Ciudad de México. Expresó su gratitud por la ayuda de Lilia para recuperar a su padre. También agradecí a Lilia y su encantadora familia por haberme ayudado a recuperar a mi hija. Más allá de mi agradecimiento a Lilia, su familia y el curandero, mi gratitud se extendió y toca algo más abstracto pero tan real: el alma enérgica de esta ciudad encantadora, que me envió un mensajero a San Luis Potosí y el anfitrión perfecto para mi. hija, y eso nos envolvió en un capullo curativo, un sueño compartido que nunca olvidaré.